Hace unos días me reencontré con una antigua compañera de facultad que es docente también en un instituto de la maravillosa ciudad de Córdoba. Aprobó las oposiciones dos años después que yo y desde hace diez años está en el mismo centro, un prestigioso instituto del centro de Córdoba.
Y me confesó que estaba un poco cansada. De alumnos que no trabajan lo que deberían o que apenas hacen caso a las tareas escolares. De familias que cada día entienden menos lo que pasa y actúan de manera irresponsable frente a los conflictos de sus hijos. De una administración confusa que no termina de ver la importancia de la Educación y que está más pendiente de cuestiones administrativas que de los verdaderos problemas de la Escuela. Y todo esto agravado durante los últimos años por la crisis.
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Y también de algunos docentes. Me confesaba que estaba muy triste porque veía a compañeros menospreciar a su alumnado (inútiles, impresentables, zoquetes y cosas peores), llegando incluso a poner caricaturas de alumnos determinados en la sala de profesores y a criticar de manera despectiva al alumnado de diversificación. Para mi amiga, supone una sensación de desprecio al alumnado al que luego, esos mismos profesores le exige el máximo respeto. Y confirmaba que cada vez son más, contagiados por unas condiciones de trabajo que refuerzan la sensación de inutilidad y de falta de resultados de su titánico esfuerzo.
Según me comentaba, las soluciones que defienden para los problemas diarios del aula son las clásicas pero reforzadas por un afán exclusivista como respuesta a su falta de capacidad para adaptarse a la realidad que se encuentran enfrente. Esas soluciones suelen ser académicas: más exámenes y más deberes, o sea, más de lo mismo aunque están viendo que no sirve. Ese ínclito esfuerzo tan demandado y deseado. Pero también, y sobre todo, disciplinarias: más partes, más expulsiones y más control, más autoridad. Y que no rechiste nadie. En definitiva, que se da la sensación de querer quitarse de en medio al que estorba. A veces con la escusa sincera y comprensible de que no se perjudique a aquellos alumnos que sí quieren aprender y seguir el camino de este aprendizaje escolar industrial y desfasado.
Y terminó confesándolo: yo les llamo "los forofos del BUP". De esos tiempos en que desde EGB llegaban muy pocos alumnos a ese fatídico 1º de BUP que expulsaba del sistema escolar al que no se adaptaba a un modelo escolar orientado exclusivamente al mundo académico. Muchos filtros y alumnado muy seleccionado. Años que para algunos, porque fueron docentes en esa época y la añoran o porque fueron esos alumnos beneficiados del sistema academicista del BUP, son idílicos comparados con la actualidad de las aulas. Pero no caen en que aquellos eran, precísamente, "esos tiempos", no "estos tiempos". Hace mucho de eso, y nos encontramos con una sociedad muy distinta, menos segura, mucho más cambiante, mucho más incierta. Es como si quisieran administrar recetas que servían para el alumnado seleccionado del BUP para un alumnado muy diferente y diverso para las que claramente no sirven. Y eso genera mucha frustración.
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Yo le contesté a mi amiga Carmen, que puede ser que todo sea el resultado de querer mantener a la fuerza un modelo de Escuela que dominamos y en el que nos sentimos (o. al menos, nos sentíamos) seguros frente a una sociedad y una realidad completamente diferente que necesita otra Escuela, con objetivos, metodologías y una organización muy distinta a la que tenemos y que ya ha dejado de convencernos a muchos. Pero es la que conocemos, es la institución más sólida y estática de nuestra sociedad y es muy difícil y complicado cambiarla. Y más, cambiarla radicalmente. Le repetí lo que vengo pensado desde hace tiempo: estamos en una encrucijada en la que podemos mirar hacia atrás con miedo o hacia adelante con valentía y decisión. Y eso nos pone muy, muy nerviosos, como si nos encontráramos en el borde de un precipicio ante el que no tenemos claro si retroceder o saltar.
Todo se resolvió volviendo al EABE después de tomarnos una cerveza mientras conversábamos. Y en el EABE comprobamos claramente que había que saltar. Que muchas y muchos ya hemos saltado y que cada día hay más esperando para dar el salto. Somos forofos de la idea de que otra escuela es posible y ya está en marcha.
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