La
intervención de la Administración educativa en la MAES se produce de dos modos bien
diferenciados. Por un lado, mediante la firma de un convenio con las
universidades andaluzas para el desarrollo de la fase de prácticas en los
centros sostenidos con fondos públicos (en los que se incluyen los centros
concertados); por otro, con la normativa relativa a la formación inicial del
profesorado, que se recoge en el Decreto
93/2013, de 27 de agosto. Más adelante analizaremos ambos aspectos, pues se
anuncian importantes novedades. Lo que me interesa resaltar ahora es cómo viene
funcionando el mecanismo de asignación de los tutores de prácticas.
A
principios del curso escolar, el profesorado interesado en participar en el
MAES como tutor de prácticas se inscribe en una aplicación del Programa Séneca.
El único requisito solicitado para los trabajadores de los centros públicos es ser
personal funcionario (no interino). Nada se dice de tiempo de experiencia, de
planteamientos pedagógicos, de preparación, de conocimiento del centro. No hay
un baremo ni se procede una selección de los mejores profesionales (tampoco hay
criterios para distinguirlos).
Esta
oferta de tutores y de centros educativos se pone en diciembre a disposición
del alumnado del MAES, que suele seleccionar los centros generalmente en función
de la cercanía a los mismos, del conocimiento previo del instituto o de otros
criterios poco fiables. En muy pocos casos se tiene conocimiento de quiénes son
los profesores y profesoras que se han ofrecido a participar en el MAES en cada
centro ni de sus trayectorias profesionales, pues no se reciben tampoco
orientaciones desde la dirección del MAES ni desde la Administración que
permita identificar los centros de referencia o los profesionales más preparados
de cada especialidad. Además, al alumno se le asigna un centro, no realmente un
tutor, de modo que si hay más de un profesor que haya solicitado serlo debe
ponerse de acuerdo con sus compañeros para determinar quién va a ser finalmente
el tutor asignado.
Este
cóctel explosivo de indefiniciones lleva frecuentemente a que el primer contacto
entre tutor y alumno sea el encuentro entre dos desconocidos que pueden ver
defraudadas sus expectativas en función del perfil que vengan demandando. Así,
un profesor innovador puede coincidir con un alumno más tradicional y
viceversa, y el grado de implicación en la fase de prácticas de cada uno de
ellos pude ser muy distinto: tutores que se dan de baja, que no permiten dar
clases o que se exceden en el número de ellas; alumnos con obligaciones
laborales o familiares y poco tiempo de dedicación a las prácticas;
interferencia entre las sesiones del módulo específico del MAES y la asistencia
al centro de prácticas; utilización del profesorado en prácticas para suplir
ausencias del profesorado, etc.
La
realidad es que, una vez designados, los problemas que puedan surgir entre
tutor y alumno son de difícil solución. La dirección del MAES poco puede hacer
para modificar las conductas inadecuadas de un tutor y eso incide directamente
sobre la calidad del aprendizaje. Tampoco hay sanciones ni se impide que el
tutor vuelva a presentarse a la convocatoria el curso siguiente. Sin embargo, si
es el alumno quien falla, suspende la fase de prácticas y no puede conseguir el
título del máster.
Todas
estas variables no impiden que, en líneas generales, esta fase de prácticas sea
la actividad mejor valorada del MAES por el alumnado, que la considera la única
experiencia real que experimenta durante el máster de lo que supone ejercer la
profesión en un centro educativo. Posiblemente sea este grado de relativa
satisfacción lo que frene las posibilidades de mejora en el proceso de adjudicación
de tutores y centros.
La
fase de prácticas se articula en tres momentos: una fase de inmersión, durante
la que el masterando se introduce en el centro y en las actividades propias de
su funcionamiento y entra en contacto con el grupo que le será encomendado para
la práctica docente; una fase de implementación de una secuencia de
enseñanza-aprendizaje concretada en un nivel y un grupo de alumnos; y una fase
de evaluación de la participación en el centro y de la experiencia docente.
He
sido tutor de prácticas varios años, tanto en el CAP como en el MAES. Creo que
la variedad de los resultados obtenidos de estas tutorizaciones ha tenido que
ver más con el modelo de profesor que el alumno traía asumido que con otras
consideraciones. La tendencia a la clase magistral alternada con los ejercicios
de comprobación sigue siendo muy fuerte y cuesta revertirla, pues está en la
base del aprendizaje de los futuros profesores. Como mucho, se puede conseguir
algo de creatividad en la preparación de ejercicios y actividades o el uso de
las TIC para la presentación de los contenidos. Sin embargo, en los casos en
que el alumno no trae modelos preconcebidos o se deja tentar por la innovación,
los resultados han sido espectaculares. Sirvan de ejemplo las propuestas de Reyes de la Escalera o de Laura
Contreras (tutorizada esta última por mi compañero Antonio Fernández).
En
el momento en que se desarrollen las actuaciones previstas en el Decreto
93/2013 de formación del profesorado esta aleatoriedad debería reducirse.
Establece el decreto que los centros que opten a tutorizar al alumnado del MAES
deberán ser acreditados por la Administración educativa. Los tutores de
prácticas, a su vez, pueden verse condicionados al cumplimiento de determinados
requisitos establecidos por los proyectos educativos de los centros. Los
convenios establecidos con la universidades pueden incorporar también otra
serie de requisitos de los profesores-tutores y deben permiten, en el sentido
inverso, la incorporación de los centros innovadores a las aulas universitarias
para compartir sus buenas prácticas educativas.
El
verdadero interés del decreto reside, a mi parecer, en el catálogo de competencias
profesionales que debe desarrollar el futuro profesor o profesora, entre ellas,
como novedades, la autoevaluación de la práctica docente, el trabajo en equipo,
la interdisciplinariedad, el uso de las
TIC o la enseñanza bilingüe. Mención especial merece la propuesta de “utilizar
estrategias metodológicas y recursos didácticos que propicien el desarrollo
integrado de las competencias básicas en el alumnado, entre los que se
encuentran el trabajo por tareas y proyectos”. Sin embargo, la falta de desarrollo
y concreción de este decreto no lo convierte, de momento, sino en una declaración
de buenas intenciones.
La
normativa es uno de los mecanismos de que dispone la Administración para obtener
los resultados buscados, pero no la única. Si se tienen tan claras cuáles deben
ser las competencias profesionales del profesorado, ¿por qué no se interviene
de manera aún más decidida en la selección y adjudicación del profesorado
tutor, de modo que se acerque al ideal de profesorado que se pretende incorporar
a los centros educativos? ¿Por qué no se “moja” la Administración señalando qué
centros y qué profesionales son los más
indicados para este menester?
Por
otro lado, el convenio firmado por las universidades y la Administración, aún
vigente, establecía el pago a los centros y a los tutores de prácticas de una
cantidad equivalente a las tasas de los créditos del prácticum. Sin embargo,
ese convenio ha sido denunciado este curso por algunas universidades, que no
están dispuestas a desembolsos económicos para la función tutorial (aunque sí a
compensar con determinados servicios propios a los profesores-tutores: pago en
especie). En la raíz de esta denuncia está la difícil situación económica de
las universidades andaluzas, pero también podemos aventurar otras intenciones,
entre las que no quiero suponer una revitalización de las antiguas diferencias
entre universitarios y no universitarios.
En
el momento en que deje de dotarse económicamente esta labor es muy posible que
el profesorado de los centros públicos sea reticente a participar en esta
actividad. Sin embargo, eso no supondrá que la fase de prácticas deje de
realizarse, pues las universidades podrán recurrir a los centros privados con
convenios particulares que les supongan menos obligaciones, con el valor
añadido de una mejora de los índices de calidad del máster a causa de la
colaboración que se establecería con empresas privadas (mejor consideradas a
estos efectos que las públicas).
Las
universidades andaluzas se muestran divididas entre las que pretenden mantener el
convenio vigente y las que querrían cambiarlo. A día de hoy no ha sido posible
llegar a un acuerdo, lo que está trayendo retrasos en el curso actual para la
adjudicación de las prácticas.
Como
conclusiones a esta serie de artículos me gustaría señalar las siguientes:
- El MAES supone una mejora importante de la formación inicial del profesorado; sin embargo, en su diseño por parte de algunas universidades no ha primado el deseo de mejorar el profesorado de Educación Secundaria, sino otros motivos menos educativos.
- Para conseguir un profesorado que abandone
las pedagogías tradicionales y se muestre más inclinado a llevar a cabo metodologías
activas y propuestas innovadoras en el aula es necesario una mayor
coordinación entre currículo del MAES, fase de prácticas y criterios de
calificación de las oposiciones, que haga necesaria la adopción de otros
modelos de profesor por parte de los docentes noveles.
- La Universidad no puede seguir de
espaldas al trabajo que se realiza en los institutos, sino que debe
establecer vías de diálogo y de intercambio de ideas, planteamientos y
experiencias que mejoren la formación de los nuevos profesores.
- La Administración educativa debe
aprovechar los resquicios que le permite el sistema de formación del
profesorado para reconducirlo hacia la formación de un tipo de profesor
específico, similar al demandado por ella en la normativa que desarrolla.
- Establecer una red de centros de
referencias y de buenas prácticas es imprescindible si se quieren ofrecer
modelos de calidad a los futuros profesores y profesoras, siempre que la
finalidad sea obtener una renovación de la plantilla centrada no sólo en
la edad sino en propuestas innovadoras adaptadas a las exigencias de estos
tiempos.
- Si se quiere contar con los mejores
profesionales para tutorizar el prácticum del MAES no se puede renegar de los
que trabajan en la escuela pública (antes bien, los considero
imprescindibles) ni dejar de valorar y reconocer de todas las maneras
posibles (también con las compensaciones económicas pertinentes) la labor
de las personas que colaboren en el máster.
Suscribo todas y cada una de tus conclusiones, Nacho. Me parecen meditadas, sensatas, incuestionables.
ResponderEliminarPero lo que me pregunto es qué oscuras y ocultas fuerzas son las que impiden un desarrollo "normal" del Practicum del MAES, tal como tú lo has descrito, porque es evidente que existe actualmente un mar de fondo actualmente entre Consejería y (algunas) Universidades que dificultan un acuerdo.
E incluso la propia Consejería se ha convertido en adalid y defensora (?) de la remuneración de las tutorías del Practicum, con lo que (¡poderoso caballero es don dinero!!) todo se enturbia.
La Consejería defiende la remuneración porque quiere seguir "enganchada" al prácticum. Todos sabemos que sin remuneración, la mayoría del profesorado de la pública se retiraría del proceso (y más aún cuando, para el concurso de traslados, la puntuación obtenida con la tutoría es incompatible con otras puntuaciones) y el prácticum quedaría exclusivamente en manos de la Universidad, única responsable entonces de la formación del nuevo profesorado. Es un sinsentido, se coja por donde se coja. En el fondo también subyace el tema de la financiación de las Universidades y de la deuda pendiente de la Junta de Andalucía con las universidades andaluzas.
EliminarEsta serie de despropósitos puede dar al traste definitivamente con una buena oportunidad de haber acometido la formación inicial del profesorado de una forma útil y ajustada a las necesidades de cambio de nuestro sistema educativo. Todos los analistas coinciden en reconocer que en la base de los sistemas educativos excelentes siempre están sus excelentes profesores y profesoras. Aquí siempre queremos hacerlo de la forma más difícil, contentando a todos los estamentos implicados. Y así sólo se consigue un apaño, no una transformación real.