Hoy quisiera dejar a un lado las metodologías, las experiencias de trabajo en el aula, las aplicaciones educativas y cualquier otro aspecto relacionado con el alumnado. Hoy quiero escribir sobre las relaciones en el trabajo.
Cuando llevas muchos años en un centro estableces unas relaciones con los compañeros y compañeras. Relaciones que son, la mayoría de las veces, exclusivamente profesionales. Bien porque no hay tiempo, bien porque no queremos, las relaciones personales no pasan de ser "cordiales" y se limitan a un par de comidas o cenas al cabo del curso.
En una de esas comidas, la de final del curso 13/14 de mi cole, alguien planteó la posibilidad de hacer un viaje o alguna actividad "no formativa" simplemente actividad de ocio. Con todo el verano por delante se preparó una propuesta de viaje y se presentó al claustro la posibilidad de irnos a pasar un fin de semana a Cuenca.
Y diferente fue porque viajábamos juntas personas cuyo tema de conversación siempre era educativo y allí esos temas quedaron en la mochila de diario. Diferente porque supimos funcionar como grupo respetando las peculiaridades individuales. Diferente porque aunque no estaba en el guión, lo emocional estuvo presente durante esos días y ha creado un vínculo invisible entre las personas que allí estuvimos. Alguna compañera así lo ha asegurado.
Puede que parezca un asunto banal pero creo que en los últimos tiempos el profesorado se encuentra agobiado con tanto cambio curricular, amplias ratios, aumento de la burocracia... En fin, el tiempo/espacio que dedicamos a la parte emocional va menguando y soy de la opinión que debemos hacer algo para mantener la cuota de mimos, abrazos y aplausos entre personas que trabajan ciento setenta y muchos días del año juntas. Porque si no nos mimamos entre nosotras/os, tampoco lo va a hacer la gente de fuera.
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