En mi ponencia en el Congreso Virtual Mundial de e-Learning "Web 3.0 y trabajo colaborativo: buena práctica TIC con redes sociales", fruto del trabajo colaborativo con otra compañera de mi facultad, expliqué cuál es la diferencia entre el trabajo grupal, cooperativo y colaborativo.
Se habla mucho de estos conceptos como si se conociesen bien sus aplicaciones, pero la realidad es otra. En mis visitas a centros educativos de toda Castilla y León con el grupo de investigación en el que colaboro (GITE-USAL) he podido constatar que los profesores consideran el trabajo colaborativo como grupal.
Controversia entre los autores: Si les soy sincera ni siquiera los autores que están trabajando estos conceptos tienen claras 100% las diferencias, llegando muchos de ellos a asegurar por un lado que colaborativo y cooperativo son sinónimos o incluso que hay diferencias tan claras que es inconfundible su aplicación. La realidad es que se pongan de acuerdo o no el trabajo grupal, cooperativo y colaborativo; es decir, aquel que se produce gracias a la intervención conjunta entre personas; es algo que estamos haciendo y necesitamos hacer. Por ello, quieran o no, necesitamos concretar ¿qué estamos haciendo?
Parece que la clave para diferenciar este tipo de trabajo y aprendizaje se encuentra en el grado de interacción entre las personas participantes. Basándome en ello, en la lectura de los escritos teóricos y en mi experiencia concreta me atrevo, como ya comenté en el congreso antes señalado, a proponer una diferenciación clara y lo haré mediante una metáfora que creo puede ser un buen recurso didáctico para un asunto tan denso:
Gráficamente
es como si encargamos a un grupo de personas vestir a un maniquí. En el trabajo
grupal a cada sastre se le asigna un sector que tiene que crear. El producto es
un patrón inconexo ya que las diferentes personas implicadas no han tomado
parte en la decisión de qué tipo de prenda sería, siendo notable la diferencia
entre estilo, tejidos, colores y formas de las diferentes partes de la prenda
encargadas a los diferentes sastres. Con el mismo objetivo se hace el encargo a
un grupo de personas a las que se les exige una reunión para concretar los
matices generales a tener en cuenta en la creación de cada pieza. El resultado
sigue siendo inconexo aunque más pulido que el anterior teniendo como errores
fundamentales la existencia de un estilo propio de la prenda, ya que se nota el
carácter marcado de cada uno de los sastres y sus influencias en cada una de
las partes de la prenda. Éste sería el caso del trabajo cooperativo. Por
último, se plantea el reto de reunir a un grupo de sastres con el objetivo de
presentarles un proyecto colaborativo. Además de la reunión que también tuvo el
otro grupo donde se trataron los aspectos generales a seguir por todos, ahora
cada uno de los sastres trabaja no solo en su pieza, sino que aconseja y se
deja aconsejar y evaluar por los demás, consiguiendo como resultado una prenda
completa en la que no se aprecian divisiones, con un estilo uniforme muy
marcado como producto de un trabajo de unión y colaboración de diferentes
perfiles de la profesión, sacando de las diferencias el valor añadido de la
experiencia de cada sastre que consigue que el resultado sea el mejor que ese
grupo ha podido ofrecer.
Una anécdota que siempre comenta esta compañera con la que realicé la ponencia en el congreso citado es la siguiente: estábamos trabajando en el google docs y nos quedaban un par de apartados por completar. Ella me comentara que nos los dividiésemos. Mi respuesta fue que si nos los dividimos y cada una hace uno no estaríamos trabajando colaborativamente, sino de manera cooperativa o incluso grupal ya que yo no estaría influyendo en su trabajo ni ella en el mío, perdiendo el valor añadido que supone el trabajo colaborativo.
Realmente éste no es fácil, requiere tener alcanzadas entre los diferentes componentes del grupo de personas una serie de objetivos previos al trabajo:
- Inteligencia emocional (empatía)
- Reglas establecidas acerca de cómo interactuar (para evitar malos entendidos)
- Responsabilidad acerca del propio trabajo y del ajeno (de lo que tú estás construyendo y de lo que estés ayudando a construir)
- Estar al día actualizado (el objetivo es aportar un valor añadido, no estancarse en ideas sin evolucionar que no permitan la valoración acorde de las de los demás)
- Tener uno valores estables para evitar ceder (no se puede ceder antes asuntos que uno no considere que están correctos, siempre y cuando se argumente. Se trata de una actividad intelectual en donde todos tienen las mismas responsabilidades y hay de responder por todo el trabajo en común, siendo todos responsables de todo. La solución son los debates)
- Humildad (a la hora de solicitar ayudar al resto de compañeros)
- Iniciativa (para conseguir aportar valor añadido)
Muchos diréis: vale, estupendo todo, pero ¿qué tienen que ver las TIC en todo esto?. El trabajo colaborativo ha experimentado un gran crecimiento en efectividad, valor y calidad gracias a la llegada de las TIC. Éstas nos proporcionan plataformas donde no solo interactuar para construir este trabajo colaborativo, sino que nos permiten formas muy ricas de contactar, conocernos, hablar y gestionar los productos. Han marcado la diferencia proporcionándonos espacios de trabajo que minimizan los problemas analógicos, los inconvenientes y nos ayudan a gestionar mejor el tiempo y a focalizar la atención, además de conseguir unas interacciones más ricas entre los participantes gracias a compartir enlaces significativos para el desarrollo del proyecto colaborativo.
Les invito a reflexionar acerca de sus prácticas de trabajo con otras personas y a que las categoricen según esta propuesta. Valoran, si han tenido proyectos grupales y cooperativos, cómo éstos podrían haber cambiado si se hubiesen enfocado desde una perspectiva colaborativa y cómo llegar a ella.
Construyamos entre todos ;)