Con la instauración del Máster de Profesorado de Educación
Secundaria (MAES) muchos pensamos que las carencias metodológicas de los docentes que se fueran incorporando a las aulas de los institutos serían cada
vez menores. Sin embargo, no parece haber sido así en la mayoría de los casos.
Por eso quiero en esta entrada (y en su continuación) reflexionar sobre el MAES desde mi experiencia como
profesor en un Módulo Específico y como tutor del Prácticum.
Un buen punto de partida puede ser analizar cómo las universidades han
hecho realidad la normativa sobre formación del profesorado de secundaria, que sustituía
el curso para la obtención del CAP por
un máster universitario de 60 créditos. En este sentido, sería muy interesante
hacer un estudio comparativo sobre cómo han actuado las distintas universidades
a la hora de diseñar sus MAES, en especial en los siguientes aspectos:
- ¿En base a qué criterios
se ha realizado el reparto de créditos del MAES entre los distintos
departamentos universitarios y, dentro de estos, entre los distintos
profesores?
- ¿Se ha incorporado profesorado
de Secundaria para impartir las materias del Módulo Específico?
- ¿Cuáles son las
indicaciones generales para la realización del Trabajo Final del Máster?
¿Se trata de un trabajo de investigación o de una propuesta didáctica?
- ¿Cómo se establecen
relaciones entre la universidad y los centros donde los alumnos llevan a
cabo el Prácticum? ¿Cómo se asignan los tutores de prácticas?
- ¿Qué modelo de profesor acaba
adoptando el alumnado tras la finalización del máster?
Lamentablemente no soy la persona adecuada para hacerlo, pues conozco sólo algunos casos de las
universidades de mi Comunidad y poco de las del resto del estado. En la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, por ejemplo (que me coge más cerca), no se han dado muchos conflictos a la hora de diseñar y
asignar las distintas materias, acaso por tratarse de una universidad pequeña. Para montar los módulos específicos se ha
acudido a profesorado de secundaria (en algunos casos, también profesores
asociados de universidad) siempre que ha sido posible, lo que ha significado un
acercamiento a la realidad de los centros educativos.
En mi caso, este curso he sido invitado a ocuparme de la primera mitad
de la materia
Innovación docente e
iniciación a la investigación educativa dentro del Módulo Específico de la
especialidad Formación y Orientación Laboral (FOL). A pesar de no tratarse de
mi ámbito de conocimiento (soy profesor de Lengua Castellana y Literatura), no vi ningún
inconveniente en aceptar el encargo, pues considero que tanto metodología como
innovación son independientes de la materia que estemos enseñando. Para remediar mis carencias y conocer ejemplos específicos de innovación en FOL
me puse en contacto con Antonio Guirao, a quien desde aquí
agradezco la valiosísima información que me aportó.
Se trataba de introducir a los futuros profesores y
profesoras en los beneficios de la innovación educativa. En líneas generales, el
alumnado del MAES muestra muchos recelos ante las prácticas innovadoras. “Si aún no soy un buen
profesor, ¿cómo dedicarme a innovar?”, piensan. También opinan (aunque no lo dicen) que la práctica tradicional (basada en las famosas tres pes: presentación, práctica y producción) funciona convenientemente bien, así que, caso de hacer una propuesta innovadora, sería siempre "si quedara tiempo", "como complemento" o algo así. Realmente, en el momento
profesional en que se encuentran, la
innovación puede parecer innecesaria, incluso un lastre. Y puedo llegar a comprender estas posturas: lamentándolo mucho, no
aconsejaría a ningún opositor que innovara en exceso en su programación
didáctica, pues quedaría con certeza fuera de las adjudicaciones de plaza. En
la mayoría de los casos, tampoco el tutor del Prácticum les permitirá una
docencia innovadora, entre otras cosas porque parten ya de una programación de
departamento que no lo es y que suele instaurar el examen como el único
procedimiento de evaluación.
Por tanto, me encontraba de partida ante un grupo de alumnos y alumnas de carreras relacionadas con el derecho, las relaciones laborales, las ciencias empresariales y el trabajo social. Disponía de
ocho sesiones para convencerlos de las bondades de la innovación y, lo que es más difícil, de que un profesor del siglo XXI debe estar continuamente en proceso innovador. Estructuré las sesiones en los siguientes contenidos:
- ¿Qué entendemos por
innovación educativa? El papel de las TIC en la innovación
- Aprendizaje basado en
proyectos (dos sesiones)
- Redes sociales en
educación (tres sesiones): Twitter, Google +, Pinterest
- Uso educativo de los vídeos
- Evaluación de competencias:
rúbricas, formularios, badges, portafolios...
El instrumento de evaluación propuesto fue
la creación de un blog que debía incorporar
cinco entradas con sendas reflexiones personales sobre cada uno de los aspectos tratados. Para la presentación de los contenidos preparé esta página con las distintas sesiones:
En una próxima entrada contaré los resultados de esta experiencia y algunas cuestiones más relativas a las prácticas en los centros.