martes, 5 de abril de 2016

¿Para qué educamos?

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Los docentes muchas veces nos planteamos por qué y para qué nos ponemos enfrente, al lado o junto a nuestro alumnado. Y, simplemente, esta primera frase de la entrada ya nos marca el currículum oculto que subyace en todo proceso educativo y de aprendizaje,. Yo preferiría escribir ponerme junto al alumnado con el que comparto aprendizajes y otros afirmarían, por inercia o por convencimiento, que se plantan enfrente o delante de su alumnado. Y esa, aparentemente inocente, diferencia marca también la respuesta a la pregunta inicial que se puede plantear de manera más simple como ¿por qué somos docentes?


No es lo mismo ponerse junto que enfrente. No es lo mismo considerar al alumnado como una propiedad, aunque sea ¿inconscientemente?, que hay que pulir y que tiene que obedecer que como personas que te ayudan a crecer y a aprender. No es lo mismo plantearse nuestro trabajo como un asunto monótono y cansino que siempre es igual: se llega a clase, se manda callar, se explica o se lee el libro o lo que se proyecte en la PDI, se mandan actividades y a por la siguiente, que como una aventura en que cada hora puede ocurrir algo diferente y en que cada trimestre o cada año cambian los proyectos y las expectativas. Definitivamente, no es lo mismo. No.

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Y tampoco debe ser lo mismo por lo que un tipo de docente y otro ejerce la profesión. Ambos, seguro, que como una forma muy digna de ganarse la vida. Ambos, seguro, que con la intención de que el alumnado aprenda. Las diferencias residen en dos asuntos centrales y fundamentales para entender qué está pasando hoy en las aulas y por qué muchos se plantean su papel en ellas.




Por una parte, estriba en entender cuál es el papel de ambos actores y cómo ese papel ha ido evolucionando de tal forma que ya no es suficiente ponerse enfrente del alumnado para que aprenda, sino que hay que ponerse junto o al lado. Ni es suficiente que el alumnado esté calladito y obediente. Ni es suficiente un aprendizaje mecánico y pasivo sino que hay que incentivar las metodologías activas. Y, por otra, se encuentra en qué y cómo aprender en esta sociedad digital e incierta en la que nos desenvolvemos diariamente.

Todo cambia muy rápidamente, y el rol del docente (como el del alumnado) ha cambiado profundamente. Si, como docentes, nos negamos a ver la evidencia por miedo o comodidad, entraremos en barrena y estaremos continuamente planteándonos qué hago yo aquí o para qué sirve lo que hago. Pero sí somos capaces de enfrentar la situación, el reto  puede suponer una motivación para buscar alternativas y salidas a ese estancamiento por lo que tenemos que plantearnos este cambio como una oportunidad para replantearnos por qué estamos ahí, Junto, al lado, enfrente o delante, Pero ahí.

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